julio 26, 2010

Molde


Eres una escultura surrealista, dijo él… Te mueves y te erizas y te encoges, todo en un solo movimiento. Te descuadras y te moldeas entre mis dedos y no sé cuándo pasa la metamorfosis, sólo la veo sin poderla controlar.

¿Y por eso me encierras?, preguntó ella… ¿Por eso me cubres de yeso? ¿Para que deje de moverme sin sentido y atrapes mis movimientos y no te aturda más con mis hechas y deshechas y mis moldeos y desbordes?

No, no es por eso… Bueno, en realidad no te encierro. Te cubro de yeso para hacer un molde, para retratar tus movimientos, para aprender cuándo cambias y cuándo no, para
reproducirte y entenderte.

No funciona así. Cuando haces un molde tienes que destruir el relleno. Después llenas el molde con otra cosa que no sea yo, una réplica o cera o cemento.

Bueno, no sé… No creo que haga falta

No vas a saber ver mis cambios si los endureces. ¿No te das cuenta?

No seas tonta, linda. Eres una escultura surrealista, atraparé esos cambios porque podré verlos.

No soy una escultura, soy viento atrapado en yeso. Me muevo sinuosa y me escondo en los rincones. Y ahora se me acaban los nichos donde escapar. Si me atrapas me rompes.

Ya, calla. Tranquila. Está listo el molde. Tranquila, no te va a doler…

julio 13, 2010

Tinta


La flor se cayó en el tintero. Flotó por diez segundos; justos. Después comenzó a absorber. Sus venas se llenaron de negro. Sus conductos se corroían por dentro, sus pétalos se retorcían desde la punta hacia el centro, quemándose de tinta, llenándose de negro.

Y la flor vio tatuadas con tinta indeleble en su piel justamente las marcas que quería conservar. Cada doblez de sus pétalos, cada marca de fuerza en su contra, mas el recuerdo de haber sido cortada. Sólo para verse y recordar el antes, para olvidar que hoy vive de tinta.