La flor se cayó en el tintero. Flotó por diez segundos; justos. Después comenzó a absorber. Sus venas se llenaron de negro. Sus conductos se corroían por dentro, sus pétalos se retorcían desde la punta hacia el centro, quemándose de tinta, llenándose de negro.
Y la flor vio tatuadas con tinta indeleble en su piel justamente las marcas que quería conservar. Cada doblez de sus pétalos, cada marca de fuerza en su contra, mas el recuerdo de haber sido cortada. Sólo para verse y recordar el antes, para olvidar que hoy vive de tinta.
julio 13, 2010
Tinta
Publicado por D. C. Salazar en 6:39
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